Juguetes perdidos

Me dejaste absolutamente en banda con todos estos planes de ir otra vez a ver el mar. Mejor dicho, a Mar del Plata, a algún minúsculo departamento en plena avenida, pleno ruido. Nada de ir a buscar algo de paz: no era eso lo que habíamos hablado. 

Te ayudaría a subir a la camioneta, con gran paciencia; ibas a parar a mear veinte veces en la ruta, todo con mucha dificultad y a las puteadas, pero lo íbamos a hacer. Lo hiciste vos con la abuela y digamos que me había propuesto repetirlo como una costumbre familiar. No porque fuese muy apegada a las tradiciones, simplemente te quería hacer ese bien.

Te encantaba Mar del Plata: ¿por qué? 

Tal vez por llevarte la contra yo la odié. Demasiado gris para mi gusto. Yo solía buscar lugares inhóspitos para irme de vacaciones, lo más silencioso y solitario posible. A veces combinaba, como la vez que fui me fui a acampar al Cerro Ventana y de ahí me tomé un micro a Bahía y de ahí otro a Mardel. Te caí en el depto que esa vez te habían prestado por La Perla con las crenchas mugrientas, la mochila y sin plata. Vos creías que yo iba a tener guita para bancar los días que quedaban de la quincena pero esa vez te fallé, y nos volvimos antes de lo pensado y sin Havannas. Nos excusamos diciendo que ya se conseguían fácilmente acá en Buenos Aires.

Desde que te moriste no me dan nada de ganas de ir al mar. Si no voy a poder ni mandarte fotos desde la playa para alegrarte, no le encuentro demasiado sentido. no me vas a devolver en un mensaje de audio tu tono risueño. A quién le va a importar ahora cuán bravas están las olas.

Además, me deprime el ritual nocturno en la costa atlántica. Salir a dar la vuelta, siempre con un abrigo porque se sabe que refresca, unos fichines, un helado. Todo lo que se hace sí o sí me incomoda y ahora, también me recuerda a vos.

Hay cosas nuevas que me deprimen desde que te moriste. Me gusta descubrirlas, por ejemplo, caminar por Mataderos, las pintadas de Chicago y los graffitis del Torito. La bruma que me hace pensar que me parece que vas a emerger como un fantasma, que se yo, pavadas que regresan de la niñez. El rocío de la madrugada también me deprime. Te imagino caminando por los adoquines mojados, trasnochado, resbalándote un poco con esos mocasines y me da tristeza. Asi que bueno, trastornada como estoy, sin mar, sin arrabal, me voy a armando la lista en mi cabeza “Cosas que me perdí desde que se murió mi papá”. También está Cacho Castaña, pero ese me deprimía de antes.

¿Qué perdí? ¿Qué más perdí?

La cicatriz de la cuchilla en tu mano tajeada. Tu hostilidad. La posibilidad de tu abrazo.

No sé si ameritaría agregar una columna a la lista con las cosas que gané. Apenas tendría un renglón o dos: paz o espacio mental, tiempo libre. Suena horrible pero soy honesta y vos lo sabés. Si estás en algún lado o plano, no te chivés.

Hace unos dias, en la noche de muertos te recordé con un altar improvisado, donde también puse la foto de mamá. Te serví vino y unos maníes que tenía en casa. Agradecí. Supongo que agradecí por los veranos y las noches, esas cosas que me enseñaste a disfrutar. Esa noche soñé que volvía a la playa, había una luna inmensa y el viento me revolvía los rulos. Me pareció una buena señal y eso me tranquilizó bastante. Fue como un si me dieras un like entre sueños a mi publicación. La aprobación que se dice que todos buscamos.

Ahora ,mientras lo escribo, pienso que cabe otra posibilidad, y es que hayamos concretado el plan. Andá a saber si ese sueño no fue la forma que encontraste de llevarme con vos de nuevo, al mar.

Publicado por laleaguirre

Me gusta estar cerca de las palabras. Tambien lloro fácil y hablo pavadas.

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