600 euros de compensación

Londres está muy lejos de Buenos Aires. 11121 km es la distancia que hay que recorrer en un avión para unir esos dos puntos en el mapa. Se paga caro, se espera ansiosamente, y se sueña noche a noche el momento de embarcar.

Pero… Puede haber peros. Y es ahí cuando empezamos a entender que no todo es cumplir sueños a la hora de viajar.

En nuestro caso teníamos pasajes para el vuelo BA0246 de British Airways, un día domingo 29 de mayo a las 11.55 hs . La noche anterior entré a la app de British y leo el temido «DELAYED» no por un rato, no por unas horas… ¡¡un día!! Enseguida me corrió un escalofrío por el cuerpo. Teníamos solo 3 días en Londres, esto ponía las cosas complicadas.

Inmediatamente googleé como loca y después de muchos momentos de confusión, pudimos poner algunas cosas en limpio. Para ese entonces – ya era medianoche- había recibido el mail de la aerolínea con la confirmación oficial de la demora, o mejor dicho, de la cancelación del vuelo.

Lo que supe entonces fue: mi vuelo iba a salir un dia después, podía acercarme al aeropuerto e intentar una reubicación en otro vuelo y de acuerdo a los resultados, luego hacer el reclamo. Optamos por ir temprano al aeropuerto con el mail en mano, pero eran épocas de pandemia aún, se estaba reactivando la actividad y los vuelos del dia no eran muchos. Intentamos que nos reubiquen con Iberia, ya que a través de ellos habíamos sacado los pasajes (volveríamos desde Madrid) pero sabíamos que las chances eran pocas. Y así fue, nos volvimos a casa con desazón, rearmando planes y tratando de no desesperar. Pero la verdad, yo tenia una tristeza! Sabía que perdía lo más valioso: tiempo, pero con aceptación y entendiendo que son cosas que pasan, nos pusimos en acción para pensar nuevos itinerarios y recuperarlo.

En el medio, nos informamos y encontramos que para los vuelos teníamos derecho a recibir información, asistencia y al reembolso del importe del billete según el alcance de la demora. Este alcance se mide por distancia y horas de retraso. Por un lado si llegas a tu destino final con un retraso de más de tres horas, hay derecho a indemnización, a no ser que el retraso se haya debido a circunstancias extraordinarias (por ejemplo, factores climáticos. Y en cuanto a la distancia, se tiene en cuenta el siguiente cuadro:

DistanciaCompensación
Vuelos de menos de 1,500 kmHasta 250 euros por pasajero
Vuelos internos europeos de más de 1,500 kmHasta 400 euros por pasajero
Vuelos de entre 1,500 – 3,500 kmHasta 400 euros por pasajero
Vuelos de más de 3,500 kmHasta 600 euros por pasajero
Según http://www.airhelp.com

Asi es que realizamos el reclamo en la empresa a través de su pagina web, después de buscar bastante porque los links para las reclamaciones no son los mas visibles justamente. Vía mail nos otorgaron un nro. de reclamo y durante meses no volvimos a tener respuesta a pesar de reiterarlo. Por esto decidimos pasar a otra instancia e ingresamos el caso en Consumo Protegido (COPREC).

Primero nos comunicamos telefónicamente con Defensa del Consumidor, donde nos asesoraron amablemente y nos sugirieron abrir el expediente en Coprec por el tipo de caso que referíamos. Nos registramos, reclamamos y al tiempo recibimos un mail asignándonos un letrado que nos convocó a una audiencia de mediación con British, por Zoom. Pero, oh, casualidad!? la tarde anterior a la fecha de la audiencia recibimos un correo electrónico de British informándonos que:

«…Le indico que el motivo de retraso de su vuelo sí que le da derecho a recibir la compensación europea. Le informo de que los retrasos en vuelos de más de 3500km son compensados con 600€ de acuerdo a la normativa de la EU.»

Tal cual habíamos averiguado =)

También nos indicaron que no nos pagaban la noche de hotel perdida en Londres diciendo que «Siento informarle que lamentablemente no podemos aceptar su petición de reembolso de su noche de hotel perdida en Londres. El contrato que tenían con British Airways, era único y exclusivamente de transporte hasta esa ciudad, por tanto no nos podemos hacer responsables de cualquier gasto ocasionado a posteriori, por un servicio contratado al margen de la aerolínea. Debo comunicarle que la responsabilidad de las compañías aéreas en caso de retraso o cancelación de vuelos se limita a facilitar la llegada del pasajero hasta el destino final contratado, utilizando todos los medios disponibles en ese momento.» Tal vez podríamos insistir sobre esta devolución, pero es tan difícil comunicarse que lamentablemente optamos por darla por pagada.

Dejamos ese mail sin respuesta, esperando a la audiencia del dia siguiente, pero British no se presentó. La mediadora nos dijo que podíamos aceptar o continuar con el reclamo. Finalmente respondimos el mail de British y enviamos los datos para que nos realicen el pago de la compensación. En 10 días tuvimos hecha la transferencia en la cuenta bancaria indicada, por supuesto en su equivalencia en pesos a la cotización oficial . Conclusión: reclamen. No se queden. Empresas gigantes, que nos compensen por todo lo perdido. Aunque es es sabido que nada nos devolverá ese dia no vivido en la maravillosa Londres.

Y no, ese dinero no tuvo como destino otro viaje como nos hubiese gustado. Justo nos tocó pagar gastos de sucesión de un familiar muy querido así que nos vino muy bien. No solo de hacer valijas se vive, también hay que sustentar los claroscuros.

Como postdata puedo contar aquí que el dia que tomamos el avión nos arriesgamos y le preguntamos a quien nos hizo el check-in si, a modo de resarcimiento, podrían cambiarnos el vuelo de vuelta al dia siguiente del pactado y de esa manera pasaríamos un día en Madrid (que no estaba ni planeado!) Para nuestra sorpresa, nos dijeron que era posible! Iban a hacerlo por excepción. Así que además de un monto de dinero, logramos recuperar ese tiempo, sería en otra ciudad, también maravillosa de la que me enamoré. Pero esa es otro post.

#reclamos #aerolineas #vuelos #cancelaciones #compensación

Mind The Gap

El aeropuerto era una laberinto de acentos y atuendos. Nunca había estado en un lugar con tanta velocidad y, aunque me lo proponía, la mezcla de emoción y asombro que me amasijaba la panza no me permitía prestar atención a los detalles. Estaba totalmente sobrepasada por la magnitud y la cantidad de personas que iban a venían, recién llegadas o apurando una despedida. Me trasladaba cinta tras cinta por los pasillos de la terminal 5, mejor dicho por los túneles. Los pasillos son un lugar estrecho, apenas caben algunas filas; un túnel podía esconder pero también extenderse hacia arriba, cóncavo, abierto, infinito.

Todavía drogadas con jet lag, llegamos bajo tierra, al túnel real mas antigüo y más moderno, a la boca monstruosa de la Picadilly Line. Mind the gap between the train and the platform,  escuché. Ojo con la brecha, atención a la distancia entre una cosa y otra. 

Tan enorme se abría el océano detrás nuestro.

Desde los subsuelos hacia arriba de los puentes, nos mecía el tube, susurrándonos los estrafalarios nombres de las estaciones a través del largo trayecto, y abriéndose paso entre todas esas casitas dibujadas con ladrillos rojos. Mi cabeza aún no lograba atar sensaciones con cosas, no miraba a nadie, no se detenía en los carteles, no intentaba entender la señalética, no jugaba a las 7 diferencias, no se hizo preguntas. Sú unica reacción fue un largo gesto mental de asombro.

La escalera del hotel era empinadísima, sí, pero las camas mullidas y enormes, el té de cortesía y la cancha de tenis rodeada de árboles que veíamos desde la ventana resultaron un gran premio. No podíamos creer la suerte que tuvimos al reservar ese hotel entre la excesiva oferta tras la pantalla de internet. Después de un apurado estallido de alegría y de una ducha breve, empezaba a llegar la sinapsis cerebral y comprendíamos donde estábamos.  

¿Cuánto caminamos? todos los pasos resultaban pocos para la avidez que traíamos. No fue suficiente ningún tamaño de fish and chips ni toda esa cantidad endemoniada de pintas para calmarnos. 

La lluvia caía mientras cruzábamos a pie el puente basculante, así unimos las orillas norte y sur del Támesis. Qué tilinga, pensé, no lo hice nunca con el Rio de la Plata, ni siquiera conozco Carmelo y lo vengo a hacer acá, en este rio industrial, sangriento, apestado por los siglos de otros. 

En cada rincón olíamos comida, y eso nos alimentaba el hambre. En cualquier calle, en cualquier esquina: comida, con ingredientes imposibles de identificar. Podían ser salsas, carnes, salchichas, pero también cítricos, coles… ¿de dónde venían? Es que la multitud era tal, y aún mayor la posibilidad de consumo que, lógicamente, se come a todo hora y en todos lados. En un momento ¡hasta olimos chocolate! y pensamos: es definitivo, es una trampa, esta ciudad es una trampa. Nos tienta, utiliza sus condimentos de aquí y de allá, los combina, los pone en contraste, y nos dice vení, estoy cocinando cosas para vos, para que las saborees y me digas que no, que no es tu casa, que no se parece en nada y que no puedas  distinguir qué es mejor o peor. Todo aca es intencionalmente distinto para que te des cuenta de la distancia que existe Vení, caete al hueco. The gap, la oscuridad y la abundancia.

El arcoiris lo vimos desde el piso 43 de un edificio con forma de walkie talkie, rarezas de ese estilo puedo contar. Mi cerebro seguía haciendo grandes esfuerzos por buscar categorías nuevas y armando redes neuronales que mas tarde tendrían efecto. 

Mientras mirábamos todas las cosas tan chiquitas desde ahí arriba, a tanta altura, yo me preguntaba cuál era el costo de esta separación. Acodada en la baranda del rascacielos, hice un esfuerzo más para entender cuándo, cómo fue que pudimos agrandar la brecha, huir.

#Londres #ficción #tube #viajes

Acampar

El camping está lleno de sonidos propios que no se repiten en otro momento. Se destaca el chirrido del cierre de la carpa, especialmente por la noche, o bien temprano a la mañana cuando ya aprieta el sol y no se puede seguir durmiendo. Alguien infla un colchón, con mecánicos movimientos de entrada y salida de aire por el aparatito que compró en el super para procurar un mejor descanso. Y ya en la madrugada, el silencio es absoluto. Las familias duermen después del largo dia, en sus casitas de tela, o los mas suertudos, al reparo de sus soñados motorhomes. Solo queda algún perro vagabundeando y el viento, que insiste sobre las ramas.

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Con Gustavo nos conocimos acampando. Nos pusimos de novios acampando. Él acampó solo, yo acampé sola. Ahora que me acuerdo, mis primeras vacaciones en el mar a los 5 años, fueron en carpa (mi madre no lo soportó, pero esa es otra historia). Para nosotros, el camping es una gran opción y desde hace un tiempo largo vamos con nuestros hijos en el verano. Muchísimos puntos en contra, pocos a favor pero uno muy importante: nos gusta. A mi me pasa algo que es que me obliga a cambiar el chip. Me saca de la rutina sí o sí. Me obliga a pensar distinto. También me rompe mucho las bolas cuando tengo que ir al baño, y ni hablar si llueve y no hay un lugar seco donde apoyar las cosas. Pero todo ese trastorno, en un punto, le hace bien a mi mente que esta programada para habitar y laburar en un departamento a la orilla de la Gral. Paz, todo cerca, todo a mano, con el ruido feroz de los autos corriendo incluso en la madrugada. Ir de camping me recuerda que hay otras maneras de hacer las cosas y me trae aire a la mente junto con el sonido no solo del colchón inflándose, si no, más bien, con pajaritos cantando y ramas meciéndose bien alto en una danza sin coreografía.

Uso, disfruto, pero no me animo a recomendar livianamente «vayan en carpa». El confort esta altamente valorado en estos dias y yo no sé si lo entiendo bien. Acampar implica laboriosidad la mayor parte del tiempo. La recompensa es fugaz, se escapa si no estas atentx. Muchas veces, la prefiero.

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3 de mis campings preferidos:

  • Estancia El Carmen: la segunda casa de mis hijos. Imperdible, lo amamos. Caro pero el mejor.
  • Camping Los Maitenes: a orillas del Lago Futalaufquen, dentro del Parque Nacional Los Alerces. Paraíso
  • Camping La Chacra: en mi amado El Bolsón, con vista el cerro. «Agua caliente 24 hs.»

Estupenda amistad

El sábado leí dos notas que mejoraron el día. Las dos conversaban sobre el mejor vínculo de la humanidad con enfoques totalmente distintos pero complementarios.

Acá, Fernando Soriano habla de la amistad entre el Kun Agüero y Messi, esos dos pibardos que 50 días atrás nos dieron uno de los momentos mas felices de nuestra historia como país: por tercera vez, fuimos campeones del mundial de fútbol. Que no es solo fútbol, como por aquí sabemos.

Fer Soriano ubica al Kun y Messi en la habitación compartida de la Selección, esa que hicieron suya durante mas de 15 años. Los cuenta desconocidos primero, compinches después y compañeros en las malas. Sus caminos profesionales los llevaron a ese lugar de privilegio, que venía con la yapa de forjar una hermandad que todos queremos seguir viendo, aunque sea por streaming. Elegidos ellos, y un poco por azar, también entre ellos.

Confieso que moqueé con la nota. Hay un párrafo que describe ese fugaz momento donde, a pantalla partida, Lio le dice al Kuni «nuestra pieza» que es un deleite. Las palabras cómplices entre ellos, traspasando la privacidad y ofreciéndose como una reliquia. No la pieza en sí, si no esa amistad. La posibilidad de usar la palabra nuestra sin tapujos: eso es compartir, eso es amar.

La noche anterior me había quedado dormida leyendo -as usual – Un mal nombre, la segunda novela de la saga de Elena Ferrante. No me gustan las sagas, no suelo engancharme, pero ésta… no la quiero soltar nunca, quiero que sea la novela de mi vida. Lenú y Lila son amigas desde pequeñas, viven, les pasan cosas, un montón de cosas. Son brillantes y opacas a la vez, se iluminan y se ensombrecen mutuamente. Esa tarde, después de leer sobre Messi y Agüero, me encontré con la columna de Fabián Casas que justo habla de la serie de HBO sobre esta novela. Y de la amistad, claro. Dice, «¿Por qué elegimos a los amigos? ¿Qué es lo que produce que alguien sea nuestro amigo? ¿La amistad debe ser libre o debe ser mafiosa?».

¿Qué cosa nos une? ¿Cuánto hay de azar? ¿y qué otra cosa nos mantiene amigxs? Soy bastante fan de las relaciones humanas, sus dinámicas y sus misterios así que me hago estas preguntas de vez en cuando. Las respuestas son siempre distintas, pero me gusta pensarlas, aunque nunca quedo del todo conforme. No me cierra decir que el chabón que los puso en la misma pieza sea el responsable de que Kun y Lio sean BBF. O que por haber nacido en el mismo barrio de Nápoles, Ferrante pueda justificar esa amistad profunda y compleja de sus personajes. Tal vez actúe ese mecanismo que llamamos «afinidad» para acercarnos, como imán, pero después ¿qué más? ¿Cuándo es que se gestó todo este amor, ingobernable, hacia cada una de mis amigas?

Pienso en el Kun en la tribuna, de espaldas a los penales. Podría haber estado en la cancha si no fuera por su salud, pero ese dia así sucedió y estuvo ahí, ocupando su lugar. Y Messi y el resto le abrieron la ronda sin dudar, le hicieron el lugar. Son amigos y saben en qué momento hay espacio y cómo llenarlo.

 «Es increíble todas las cosas con las que te puede conectar una amiga o amigo, si se mueve como un soldador y no como un soldado. En la serie italiana, Lenú narra la vida de su amiga Lila a la par que hace un fresco de época. Lo cierto es que nunca se sabe quien es en verdad la amiga brillante, ese estado es meta estable, no se tranquiliza nunca como los mejores conceptos en la filosofía.», dice Casas.

Que todo cambie si hay amigos. Estupendos. Brillantes.

Crónicas de viaje I

El boarding pass decía 29 de mayo pero mentía. Subí al avión el 30 y, desde entonces, ese día que no estuvimos en Londres quedará suspendido en otra línea espacio temporal.

Ese 29 de mayo, a pesar de los mails y las notificaciones de la app, fuimos hasta el aeropuerto a insistir con British Airways y lograr tomar otro vuelo, sin éxito. Hicimos fotos con la familia que nos acompañó en la falsa despedida y volvimos cada una a su casa, mi prima y yo, hundidas en la desilusión. La cita se pasaba para el dia siguiente a las 7.40 am.

Empezaba a clarear cuando llegamos con Sandra nuevamente a Ezeiza, ya sin acompañantes – la familia se excusó diciendo que contaba como válida la despedida simulada del dia anterior -, y con el entusiasmo renovado. Mi primer viaje a otro continente llegaba por fin, cada sensación era nueva y esperada , desde el miedo hasta la alegría. 43 años me llevó meter mis cosas en una mochila, juntar la plata y tomar la decisión. Era el día.

Los aeropuertos ponen a prueba los nervios de inexpertos viajantes como yo. Por suerte Ezeiza es pequeño (esto lo comprobé días más tarde) y es mi país, mi idioma, mi casa. La compañía de Sandra me daba tranquilidad: ella tenía más viajes encima y, como hice desde pequeña, la seguí. Tantas veces la escuché plantar posición en la mesa familiar, o contar alguna historia de sus viajes por Latinoamérica, que se había transformado en alguien a quien yo miraba y admiraba. Yo sabía que cuando éramos chicas ella no sentía mucha simpatía hacia mí. Me jugaba en contra ser la prima menor, muy consentida; pero el tiempo hizo lo suyo y acá estábamos, compinches, en nuestros contiguos asientos de avión.

Nos juntábamos los viernes en casa, sobrepasando la pandemia a fuerza de mate y té chai. Abrimos un drive compartido, subimos tickets, itinerarios, prints de pantallas y fotos de pasaportes. Usamos puntos de la tarjeta, discutimos si Firenze sí o no, si Versalles o Giverny, hicimos cuentas y leímos cuanto blog se nos aparecía. Nos quedábamos enganchadas con algún posible paseo y nos mandábamos audios la mañana siguiente que generalmente empezaban diciendo Hola, de nuevo yo, sabés que estuve pensando. Lo que era una idea fue tomando forma de tickets y boletos.

Conozco muchas formas de ser dichosa, entre ellas están esos viernes de otoño en que planificamos este viaje.

Después de un desordenado y tedioso vuelo Buenos Aires – San Pablo, hicimos una escala no prevista. Ya todo era incertidumbre y superposiciones y cruces entre pasajeros con camisetas argentinas que iban a Londres a ver la Finalissima en el estadio de Wembley. Al pasar seguridad, nos indicaron que podíamos ingresar al salón VIP, que quedaba lejísimos de la puerta de embarque. Después de andar bastante con las dos mochilas encima – porque sí, o me voy de mochilera como siempre lo soñé o no me voy – llegué con lo justo para embuchar una porción de pizza y una banana brasilera. Cuando fui a lavarme las manos, me di cuenta que había jabón liquido marca Natura, como el que hace rato dejé de comprar por catálogo.

De vuelta al avión, ya descontando horas a nuestro destino final y mientras era madrugada en casa, vimos el sol hacia adelante. Hacia allí nos movimos , desde las estrellas hacia la franja naranja del amanecer.

Juguetes perdidos

Me dejaste absolutamente en banda con todos estos planes de ir otra vez a ver el mar. Mejor dicho, a Mar del Plata, a algún minúsculo departamento en plena avenida, pleno ruido. Nada de ir a buscar algo de paz: no era eso lo que habíamos hablado. 

Te ayudaría a subir a la camioneta, con gran paciencia; ibas a parar a mear veinte veces en la ruta, todo con mucha dificultad y a las puteadas, pero lo íbamos a hacer. Lo hiciste vos con la abuela y digamos que me había propuesto repetirlo como una costumbre familiar. No porque fuese muy apegada a las tradiciones, simplemente te quería hacer ese bien.

Te encantaba Mar del Plata: ¿por qué? 

Tal vez por llevarte la contra yo la odié. Demasiado gris para mi gusto. Yo solía buscar lugares inhóspitos para irme de vacaciones, lo más silencioso y solitario posible. A veces combinaba, como la vez que fui me fui a acampar al Cerro Ventana y de ahí me tomé un micro a Bahía y de ahí otro a Mardel. Te caí en el depto que esa vez te habían prestado por La Perla con las crenchas mugrientas, la mochila y sin plata. Vos creías que yo iba a tener guita para bancar los días que quedaban de la quincena pero esa vez te fallé, y nos volvimos antes de lo pensado y sin Havannas. Nos excusamos diciendo que ya se conseguían fácilmente acá en Buenos Aires.

Desde que te moriste no me dan nada de ganas de ir al mar. Si no voy a poder ni mandarte fotos desde la playa para alegrarte, no le encuentro demasiado sentido. no me vas a devolver en un mensaje de audio tu tono risueño. A quién le va a importar ahora cuán bravas están las olas.

Además, me deprime el ritual nocturno en la costa atlántica. Salir a dar la vuelta, siempre con un abrigo porque se sabe que refresca, unos fichines, un helado. Todo lo que se hace sí o sí me incomoda y ahora, también me recuerda a vos.

Hay cosas nuevas que me deprimen desde que te moriste. Me gusta descubrirlas, por ejemplo, caminar por Mataderos, las pintadas de Chicago y los graffitis del Torito. La bruma que me hace pensar que me parece que vas a emerger como un fantasma, que se yo, pavadas que regresan de la niñez. El rocío de la madrugada también me deprime. Te imagino caminando por los adoquines mojados, trasnochado, resbalándote un poco con esos mocasines y me da tristeza. Asi que bueno, trastornada como estoy, sin mar, sin arrabal, me voy a armando la lista en mi cabeza “Cosas que me perdí desde que se murió mi papá”. También está Cacho Castaña, pero ese me deprimía de antes.

¿Qué perdí? ¿Qué más perdí?

La cicatriz de la cuchilla en tu mano tajeada. Tu hostilidad. La posibilidad de tu abrazo.

No sé si ameritaría agregar una columna a la lista con las cosas que gané. Apenas tendría un renglón o dos: paz o espacio mental, tiempo libre. Suena horrible pero soy honesta y vos lo sabés. Si estás en algún lado o plano, no te chivés.

Hace unos dias, en la noche de muertos te recordé con un altar improvisado, donde también puse la foto de mamá. Te serví vino y unos maníes que tenía en casa. Agradecí. Supongo que agradecí por los veranos y las noches, esas cosas que me enseñaste a disfrutar. Esa noche soñé que volvía a la playa, había una luna inmensa y el viento me revolvía los rulos. Me pareció una buena señal y eso me tranquilizó bastante. Fue como un si me dieras un like entre sueños a mi publicación. La aprobación que se dice que todos buscamos.

Ahora ,mientras lo escribo, pienso que cabe otra posibilidad, y es que hayamos concretado el plan. Andá a saber si ese sueño no fue la forma que encontraste de llevarme con vos de nuevo, al mar.

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